Si nosotros les preguntáramos en estos momentos a cada uno de ustedes, ¿por qué se casaron?, quizá la mayoría contestaría “por que quería ser feliz” o “por que quería encontrar mi felicidad”.
Una pregunta parecida le hacia una vez un sacerdote a unos novios a punto de casarse: ¿Por qué se casan? Cada uno respondió quizá al igual que algunos de ustedes ahora: “para ser feliz”.
Al oír esto el sacerdote les dijo que consideraba que no estaban aun preparados para casarse y que volvieran un mes después. Al cabo de ese tiempo la pareja regresó y el sacerdote les volvió a hacer la misma pregunta: ¿Por qué se casan?; y cada uno respondió nuevamente lo mismo: “para ser feliz”. Por segunda vez el sacerdote les dijo que aún no estaban preparados para el matrimonio; y esta situación se repitió por varios meses, hasta que un día al hacerles nuevamente la pregunta ¿Por qué se casan?, cada uno respondió: “por que quiero hacer feliz a mi pareja”. Esta era la respuesta que el sacerdote esperaba.
Si les volviéramos a hacer la misma pregunta a ustedes, ahora que conocen la historia, honestamente ¿que contestarían? No se preocupen si ésta fuera “para ser feliz”; recuerden que estamos a tiempo para comenzar de nuevo, lo importante es reconocer que estábamos y estamos equivocados.
El amor es renuncia, es la capacidad que tenemos de olvidarnos de nosotros mismos y de nuestro propio beneficio; para pensar en el otro, para que se sienta amado, importante en nuestra vida. Amor es hacer hasta lo imposible para que nuestro esposo o esposa sea feliz.
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