Este blog está dirigido a aquellos que han asumido el reto de esta gran aventura que llamamos "Matrimonio". Esperamos llegar no solo a los matrimonios sino también a los novios que han decidido unir sus vidas o ya lo están pensando; para que a través de nuestras palabras decidan amarse "para toda la vida".

martes, 11 de mayo de 2010

Aprendiendo a Dialogar

El diálogo es la base de toda buena relación humana. En el caso del Matrimonio, a través de este, la pareja se conoce, manifiesta sus sentimientos más profundos, lo comparte todo, hasta lo que les disgusta, amorosamente sin pretender herir o hacer daño al otro.

Una de las condiciones para un buen diálogo es saber escuchar. En nuestro caso, en muchas ocasiones cuando conversamos sobre un tema difícil que afecta nuestra relación, es muy poco lo que escuchamos, pues nos ponemos a la defensiva y por lo general toda nuestra atención la centramos en lo que vamos a contestar. Alguna vez nos dijeron que escuchar es alcanzar a la otra persona en el esfuerzo de expresar lo que siente.

¿Cuándo debemos escuchar? Siempre, en todo momento, oportunidad o circunstancia. Nuestro interés debe ser permanente.

¿Cómo debemos escuchar? Con atención real, con todo nuestro ser, con la mente y el corazón; con la mente para comprender lo que nos quiere decir nuestra esposa o esposo y con el corazón para acoger amorosamente lo que nos está diciendo.

¿Dónde debemos escuchar? En cualquier lugar; pero tratando de buscar que sea el más adecuado. Las cosas íntimas y delicadas siempre han de requerir un lugar privado, seguro, silencioso y cómodo, en donde ambos nos sintamos a gusto.

Por lo general cuando dialogamos sobre un tema que pueda causarnos tensión o disgusto, preferimos pararlo y continuarlo en otro momento no muy distante en el tiempo, pues consideramos que no debe quedar nada pendiente para evitar las suposiciones. Así también hemos comprendido que el intentar manipular los diálogos lo único que ocasionamos es malos entendidos; como por ejemplo cuando nos hacemos las víctimas, o cuando utilizamos a los hijos y a los padres o suegros como causa de nuestros problemas.

Hagamos del diálogo un ejercicio permanente, conforme lo vayamos practicando se hará cada vez más sencillo; lo importante es dar el primer paso.

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