Hace algunos días escuchamos en un programa de radio a un hombre, joven él, que se lamentaba por las cosas que le estaban pasando. Su historia era más o menos la siguiente:
Luego de completar sus estudios escolares tuvo que empezar a trabajar para afrontar los problemas económicos que tenía su familia, pronto conocería a una chica universitaria muy agraciada ella y finalmente terminarían enamorándose profundamente. Pasaron algunos años y ella llegó a ser una excelente profesional y él tuvo que contentarse con seguir siendo un buen y esforzado trabajador pues no tenía ninguna profesión.
Pronto decidirían casarse ante la oposición de los padres de ella, pues decían que no era posible que una profesional como lo era su hija se casara con un don nadie; pero el amor pudo más y pese a la oposición terminaron casándose. A petición de la recién estrenada esposa fueron a vivir a la casa de los padres de ella, es decir de sus suegros. Ellos no tardaron en iniciar una batalla contra él indisponiéndolo constantemente con su esposa pues continuamente le decían que él se había casado con ella solo por interés, que ella por ser profesional lo mantendría toda la vida, que él la estaba viviendo, etc, etc
Una historia como esta no creemos que sea la única, mas ¿qué se les podría aconsejar a una pareja que está pasando por la misma situación?

¿Qué pasaría si la situación continúa igual que antes? Frente a una situación extrema y en donde peligre la estabilidad de la relación matrimonial, lamentablemente creemos que hay que aplicar soluciones extremas; está en juego la felicidad de la pareja y nada ni nadie tiene derecho a afectarla. Con esto queremos decir que tienen que incluir en sus proyectos inmediatos el vivir independientes, seguramente implicará un esfuerzo económico adicional, pero les aseguramos que cualquier sacrificio vale la pena si con ello se aseguran su felicidad. Queremos aclarar que esta decisión no debe implicar la ruptura de la relación con los padres, o que se trate de decidir entre a quien queremos más; no significa que por amar a uno dejamos de amar al otro. Hay que recordar que el amor a los padres y el amor a la pareja son amores diferentes. Los padres deben ser partícipes de la decisión que juntos han tomado. Quizá inicialmente no lo entiendan pero tengan la seguridad que si esto los hace mejores como matrimonio, ellos en algún momento lo van a valorar.
Esta situación también se puede presentar de manera contraria cuando deciden vivir en casa de los padres de él y ella es el blanco de las críticas de los suegros; la respuesta sería la misma.