
Finalmente tuvimos que rendirnos ante esta hermosa realidad y aceptar con toda la ilusión del mundo nuestra futura condición de abuelos. Cada día que pasa nos sentimos más entusiasmados por ese nuevo ser que viene en camino; con nuestra hija, el futuro papá y toda la familia estamos disfrutando cada minuto de ese embarazo y preparándonos para el día en que nazca nuestra hermosa nena; sí, porque ya sabemos que será mujercita.
Todo este tiempo nos ha servido también para recordar nuestros primeros años de casados, cuando esperábamos el nacimiento de nuestras hijas, el recordarlas a ellas tan pequeñitas y desvalidas, y cómo poco a poco fueron creciendo y convirtiéndose en lo que ahora son, hermosas mujeres. Bellos recuerdos que siempre permanecerán grabados en nuestras mentes y corazones. Ha sido también un buen momento para hacer un alto y preguntarnos, ¿Qué ha sido de aquella pareja que hace casi 30 años se dijeron “si” y se prometieron felicidad, cuidar el uno del otro, crecer juntos, pero sobretodo reafirmaron su amor? ¿Quedó solo para el recuerdo enterrado por la rutina y el aburrimiento? ¿Seguimos siendo pareja, cómplices o sólo somos compañeros?
Con alegría y entusiasmo hemos podido reafirmar que aún seguimos luchando por mantener vivo el amor y las ganas de seguir juntos y que aún nos sorprendemos el uno al otro; indudablemente que no ha sido fácil; pero gracias al apoyo que nos brindamos mutuamente seguimos transitando por este camino que es el matrimonio, que en esta nueva etapa de futuros abuelos nuestro amor se mantiene joven y que la ilusión de la llegada de nuestra nieta nos llena de mucho gozo.
Se llamará Mikella, que significa “regalo de Dios”, y en eso se ha convertido, en el presente más lindo y bello que en la última navidad hayamos podido tener y que seguramente será la fuerza para continuar haciéndonos sentir cada vez más vivos y jóvenes.